Critica a la democracia actual desde Aristóteles
En-claves del pensamiento
Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, División de Humanidades y Ciencias SocialesEste estudio tiene por objetivo meditar sobre los límites y alcances de la democracia. Parte del hecho de que en nuestro tiempo hay una comprensión de término medio que toma como un hecho incuestionable que el mejor régimen de gobierno para un pueblo es la democracia. El recurso a la
La hipótesis de trabajo de estas páginas parte del hecho de que, en la sociedad y en el estado de derecho occidental de nuestro tiempo, se da por sentado que el mejor sistema de gobierno es el de la democracia. Esta creencia está asumida de tal modo que el calificativo de antidemócratico para un pueblo, un estado o un partido político pretende tacharlo de injusto, anticuado y antimoderno. Para ello se apela a los fundadores del estado moderno y a las duras luchas que lograron su consolidación y las diversas formas que ha terminado adquiriendo; pero se apela también a los antiguos, a la forma democrática de gobierno de las ciudades griegas antiguas de la época de Aristóteles. Pero es esta apelación la que debería arrojar claridad sobre la imperiosa necesidad actual de someter a crítica el dogma contemporáneo de la democracia: no para abandonarla, desde luego, sino para volver de continuo a sus raíces, a sus motivaciones, a sus alcances y también a sus límites. El propio Aristóteles, en la
¿Por qué precisa empezar una meditación sobre la crítica a la democracia justificando su necesidad?; ¿acaso no pertenece a la esencia de la democracia alimentar en su seno la reflexión sobre sus alcances y sus límites? En la compresión de término medio de nuestro tiempo ha venido a ser una especie de dogma social y político, tanto entre los entendidos como entre los ciudadanos en general, que el mejor régimen de gobierno para un pueblo es el democrático. O dicho de manera más directa: hoy se da por sobre entendido que todo pueblo, sin excepción, ha de gobernarse democráticamente; y a la exigencia de democracia se la representa conforme a unas imágenes muy determinadas, mediadas por los países cuyos gobiernos son dominantes en términos políticos y, sobre todo, económicos. El carácter dogmático de la creencia en la democracia merece ser criticado, puesto en tela de juico, explorado en sus límites y sus alcances. ¿Es verdad que la democracia es el mejor régimen de gobierno que un pueblo puede darse?; ¿cuáles son las razones para sostener esta tesis?; ¿es verdad que los países que se precian de ser tenidos como los más avanzados de occidente son democráticos?; ¿es verdad que los países que se presentan ante la comunidad internacional como países con gobiernos democráticos consolidados, o en vías de consolidación, están preocupados porque sus sociedades vivan bajo un régimen que procure de forma permanente el bien de sus ciudadanos, de manera que buscan lo bueno y lo justo para todos, tal como debiera ser en toda democracia?; ¿en qué medida puede decirse que México es un país democrático?

			Hay un abismo de diferencia entre la democracia de la antigua ciudad griega, horizonte del pensamiento de Aristóteles, cuya filosofía política nos sirve de referencia para esta meditación, y la democracia de los estados modernos y contemporáneos, en virtud de las circunstancias históricas de las diversas épocas. Sin embargo, un principio que está en la base de ambos intentos es más o menos el mismo: que no sea un sólo individuo, o un grupo de individuos, el que tenga el poder de gobernar a la población de manera permanente, sino que el poder de gobernar esté en todos los ciudadanos, en el pueblo. Es el principio que llamaré de la
La democracia moderna, rescatando los ideales y la experiencia de las antiguas ciudades-estado griegas, fue abriéndose paso, mediante luchas de ideas, luchas sociales, revoluciones y cruentas guerras, contra las monarquías, las tiranías y las oligarquías que gobernaron por siglos a los pueblos de Europa. Estas luchas continúan en la actualidad, de maneras diferenciadas, en distintas regiones y países del mundo. La democracia no es, de ninguna manera, un ideal cumplido. Y no lo será jamás, porque pertenece al ámbito de las acciones humanas,

			

				

				La naturaleza de las acciones humanas es ampliamente estudiada por Aristóteles en la
La crítica a la democracia ha caído en nuestro tiempo, no pocas veces, en mera palabrería de niveles que no rebasan las habladurías

			

				

				Si hay un ámbito en el que el ser ha caído en el olvido y la palabrería ha venido a ser el modo ordinario de hablar es el ámbito de la política. La crítica de Heidegger adquiere también ahí toda su vigencia: 'En virtud de la comprensibilidad media ya implícita en el lenguaje expresado, el discurso comunicado puede ser comprendido en buena medida sin que el que escucha se ponga en una originaria versión comprensora hacia aquello sobre lo que recae el discurso. Más que comprender al ente del que se habla, se presta oídos solo a lo hablado en cuanto tal. Él es lo comprendido; el sobre qué tan solo a medias, superficialmente; se apunta a
Ni en la
Todos los que se interesan por la buena legislación [
Cuando Aristóteles habla sobre los interesados en investigar sobre la buena legislación [
Hagamos algunas distinciones a partir del texto citado. En primer lugar, debe distinguirse entre una legislación buena [
En segundo lugar, la cita de Aristóteles nos da el apoyo para distinguir a los que se interesan por la buena legislación, que se reconocen porque indagan sobre la virtud y la maldad cívicas, de los que no se interesan por la buena legislación y que se reconocen en que son vocingleros que justifican teoréticamente una determinada ideología o, en el peor de los casos, la ideología del grupo en el poder. Y, desde luego, a los interesados en la buena o mala legislación hay que distinguirlos de aquellos que detentan el poder y lo ejercen. Aunque a veces pueda coincidir la figura del gobernante con el interesado en la legislación, sea en su modo virtuoso o sea en su modo vicioso. En el ideal de Platón se espera que el espíritu de gobierno y el espíritu que medita sobre la virtud y la maldad cívicas habiten en el mismo
En tercer lugar, hay que decir que precisamente estas distinciones son las que abren el espacio para la crítica, bienvenida siempre en una sociedad madura. Los buenos gobernantes nunca pueden estar seguros de ir en el camino correcto. Por eso sus intereses por una buena legislación precisan la visión de la indagación, la reflexión y la meditación sobre las virtudes cívicas; un buen gobierno precisa la crítica objetiva, honesta, valiente, no autocomplaciente. Un mal gobierno, un gobierno que no está interesado ni siquiera por alianzas para el bien común, sino por meros intereses particulares; que no está interesado ni siquiera por la protección de los derechos elementales de los ciudadanos, y mucho menos por la promoción de las virtudes cívicas para el estado, lleva muy mal las críticas a sus gestiones, pues en el mejor de los casos las asume como ataques. Aunque Aristóteles no hable, en el texto que estamos comentando, de democracia, podemos decir, sin embargo, que criticar un régimen como ése no es rechazarlo por principio; criticar la democracia es ponderarla prudentemente, reconocerle sus alcances y sus límites, objetivamente señalarle sus virtudes, sus vicios y sus desviaciones. Por estos motivos, la crítica a la democracia no se la puede hacer en abstracto, a la idea pura de democracia, a su
En cuarto lugar, Aristóteles distingue entre comunidad y alianza. La primera ocupa un
La conclusión que nos arroja este breve recorrido es que la democracia no es, en definitiva, un fin en sí mismo. ¿Cuál es el recurso teórico que nos permite poner en cuestión el dogma de la democracia en sus raíces, tanto históricas como políticas, pero sobre todo ontológicas? La perspicacia de las indagaciones de Aristóteles saca a la luz que el hombre es un animal político [
El argumento reza de la siguiente manera:

			La razón por la cual el hombre es, más que la abeja o cualquier animal gregario, un animal [
Tenemos que hacer algunas distinciones conceptuales en la exégesis de este texto de Aristóteles, que nos ayuden en el análisis de nuestra realidad. Empecemos por decir que la
Hasta aquí el argumento nos ha llevado a la demostración del carácter esencialmente comunitario del logos estético. Sin embargo, no es esencial que el carácter comunitario, es decir, el sentido de lo común en el orden de la deliberación, sea democrático, como tampoco que sea monárquico, oligárquico o tiránico. Es esencial que de hecho está habitado del logos de la deliberación. Si ninguno de estos regímenes políticos es esencial al logos comunitario deliberativo, la pregunta es, entonces, cuál es de suyo el mejor régimen comunitario posible. Cualquier persona de nuestro tiempo, que esté medianamente informada sobre estos asuntos, responderá sin dudar que, definitivamente, la democracia. La respuesta de Aristóteles se anticipa y sorprende: de suyo, ninguno régimen es mejor que otro. Todo depende de los deseos [
En conclusión, antes de preguntar cómo organizar la democracia, dando por hecho que éste es el mejor régimen, ha de reflexionarse sobre cuál es el régimen que más conviene; y antes de preguntar sobre el régimen más conveniente, la comunidad ha de cuestionarse sobre cómo quiere vivir, cuál es el modo de vida duradero y permanente que quiere y desea para sí. Y como no habrá ningún régimen que empate perfectamente con los deseos del sentido común, con las intenciones de la vida buena de la comunidad, tenemos sembrada en el corazón mismo de la relación entre deseos y régimen la semilla de la deliberación y de la crítica. Ésta tiene una de sus primeras tareas en la ponderación sobre si están dadas las condiciones para que se haga realidad el régimen que se supone como el mejor en virtud de los deseos de los ciudadanos. No basta querer, es preciso analizar si es posible.

			Una vez aclarados los deseos, ha de aclararse también si están dadas las condiciones para hacer realidad el régimen político en el que los ciudadanos vivirían lo más acorde a esos deseos. De otro modo, un régimen implementado bajo los imperativos de lo que se quiere, pero sin las condiciones que lo hagan posible, está condenado al fracaso y a que en él naufraguen tanto los deseos como el mismo régimen; y la comunidad se desorientará en su sentido, asumiendo como verdades fundamentales cosas que no lo son, tales como el carácter dogmático de la concepción democrática moderna.

			Hay una circularidad crítico hermenéutica entre los deseos, las condiciones y el mejor régimen posible. Y como en toda circularidad hermenéutica, no hay prioridad ni cronológica, ni lógica, ni ontológica, de ninguno de los momentos sobre los otros dos. Pero, como dice Heidegger, hay que saber entrar adecuadamente en este círculo, a fin de que se convierta en un círculo virtuoso y productivo

			

				

				Heidegger,
El logos estético común constituido lo que pretende es una vida buena para la ciudad, y sobre ello delibera. Los que deliberan sobre el mejor régimen para gobernar su comunidad han deliberado antes sobre el contenido y la naturaleza de sus deseos al vivir juntos, han aclarado con anterioridad lo que quieren como comunidad; y esta aclaración es la que marca la pauta sobre el régimen de gobierno más conveniente. No se trata, desde luego, de dos momentos cronológicamente sucesivos, sino que en la aclaración misma de los deseos viene la aclaración del mejor régimen. Aunque son aclaraciones cooriginarias, hay una cierta preeminencia que se ocupa de los deseos, en tanto que ella aporta ideas claras sobre el régimen, mientras que lo opuesto no sucede. La imposición de un régimen, vía el poder o la costumbre, corre siempre el riesgo de ocultar los deseos más auténticos y verdaderos a los propios ciudadanos.

			Los que deliberan deben estar en condiciones de vivir conforme a eso que quieren. ¿Quiere esto decir, acaso, que primero han de estar dadas las condiciones históricas, sociales, políticas, económicas, etc., para que venga la aspiración de la vida buena cívica? Ni en el tiempo de Aristóteles era así, y de ello da cuenta en el recorrido que hace en
Los deseos modernos de justicia, libertad y fraternidad vieron en la democracia el mejor de los regímenes posibles para hacer realidad esos deseos frente a los sistemas monárquicos y tiránicos tradicionales. Hay que estar en condiciones de poder vivir lo más conforme a lo que se quiere para deliberar sobre la idoneidad del régimen respecto a esos deseos. ¿Y si sucediera exactamente al revés? ¿Y si sucediera que para vivir conforme a lo que se quiere lo que falta son precisamente las condiciones? No sólo es entonces lo que se quiere, sino que lo que se quiere y el logos estético deliberativo son los que nos pueden ayudar a determinar cuál es el mejor régimen, el que más nos conviene porque puede hacer posible -y que se muestre de la mejor manera- el sentido de la deliberación sobre lo común. Pero aunque la democracia se muestre como el mejor de los regímenes, y aunque vivamos bajo un régimen democrático imperfecto e inacabado, no es en él solamente en el que debe estar puesta la mirada; la mirada debe estar puesta en si los ciudadanos tienen las condiciones de vida para que el régimen subsista de manera permanente; y debe estar puesta, al mismo tiempo, en los deseos de las personas respecto de lo que es susceptible de ser deliberado en común: deseos de justicia, de verdad, de fraternidad, de vida digna, de educación, etc. Si aquellas condiciones no son generadas y estos deseos no son satisfechos para todos los ciudadanos de manera permanente, se debe concluir que el sistema dista mucho de ser democrático, aunque se autonombrara de esa manera.

			No debe ocultarse que muchas veces el régimen legal no es democrático, pero las costumbres y la formación hacen que se gobierne democráticamente, y a la inversa, en otros casos el régimen legal es democrático, pero por las costumbres y la formación se administra más bien como una oligarquía.

			

				

				Aristóteles,
El régimen es legalmente democrático, pero por el peso de las costumbres y por la educación puesta al servicio de esa causa, el régimen se administra como una oligarquía. Entre nosotros, el enemigo de la democracia no es la monarquía, como lo fue para los iniciadores de la democracia moderna, sino la oligarquía. Importa sobre manera empatar el régimen legal y las costumbres, la formación y la educación. Una vez que hemos podido cortar los hilos de la dogmática que ataban la democracia a las raíces de la comunidad, mediante un ejercicio que la coloca en el puesto relativo que le corresponde, podemos hacer algunas otras derivas críticas que parecen lógicamente consecuentes para las figuras que este tipo de régimen tiene entre nosotros.

		A la democracia de nuestro tiempo la lastran y agobian, entre otros problemas, la oligarquía y la representación. No le es intrínseco al logos estético común organizarse democráticamente; pero tampoco es característica intrínseca al régimen democrático ordenarse en partidos políticos. Desde su reaparición en la época moderna, y hasta nuestros días, la democracia se presenta como la mejor opción en el abanico de las posibilidades del gobierno de un pueblo, como el vehículo natural de los deseos y de las manifestaciones del logos del sentido común. Y no pocas veces, en nombre de esta creencia, se la ha impuesto de manera autoritaria a pueblos enteros, sin tomarles parecer, sin atender a sus condiciones y a sus deseos. Dadas las desviaciones a las que desde antaño el régimen democrático va a parar no pocas veces, Aristóteles dice que Platón 'juzga que si todos estos regímenes son buenos, por ejemplo, si es buena la oligarquía y los demás, la democracia es el peor, pero en cambio es el mejor si son malos'.

			

				

				Aristóteles, Política, § 1289b6-9;
Actualmente, por las condiciones históricas de la masificación de las sociedades contemporáneas, la democracia es representativa y no directa. El concepto de representación invoca una compleja red de problemas. La mediación de los partidos políticos en la dinámica de la representación ha devenido en una oligarquía en la que la acción del ciudadano común queda reducida a la acción de emitir un voto el día que se eligen los gobernantes, sin aspirar a tener mayor participación en el amplísimo mundo de la vida política.

			

				

				'El poder del elector se reduce a depositar un voto favorable a determinadas personas. Una vez elegidas, ellas acaparan todo el poder de decisión. Las elecciones democráticas, antes de ser un procedimiento por el que se exprese el poder del pueblo, son un medio por el que el pueblo establece un poder sobre sí mismo'. Luis Villoro,
en torno a la categoría de 'representación', a su condición y a su límite, podría pensarse y hacerse la comunicación interdisciplinaria de la que tanto se habla en ciertas corrientes epistemológicas y metodológicas del pensamiento contemporáneo. En particular, resulta sumamente interesante observar la posible continuidad y resonancia entre los ámbitos de la estética, la epistemología y la filosofía política. Como podrá recordarse, el concepto de representación tiene usos, aunque bastante específicos, en cada una de estas disciplinas; no obstante, consideramos que esta diversidad de usos no logra hacer desaparecer cierta unidad de sentido, al menos histórico-cultural. La coincidencia existe no solamente en el uso y preeminencia de este concepto y la fórmula a la que se refiere sino también en el cuestionamiento de que ha sido objeto tanto en el orden teórico como en el práctico.

			

				

				Mario Teodoro Ramírez,
Esa unidad de sentido que atraviesa los diversos ámbitos en los que la modernidad utiliza la categoría de la representación viene dada por la idea de la mediación: la representación es un medio entre algo y algo, es un intermediario esencial entre una cosa y otra. Pero la representación tiene una estructura muy rígida y esa estructura es jerárquica, desde sus elaboraciones en la escolástica. Siendo todos los elementos importantes, no son, sin embargo, igualmente importantes; sino cada uno en el preciso lugar donde está colocado. Esta jerarquía escolástica de la representación pasó también a la representación moderna: tanto en metafísica, en epistemología como en política. La estructura jerarquía de la cristiandad medieval, representa, punto por punto, la estructura de la Ciudad de Dios definitiva. En su organización moderna, el estado tiene como lo más cercano paradigmas jerárquicos, venidos de la monarquía y de la cristiandad, que funcionan de manera representacional. Entre lo que es y lo que se presenta está la representación como la condensación metafísica tanto del ser como de la presencia. El ser no se presenta directa e inmediatamente, sino que para darse y presentarse precisa siempre de algo que le represente, de una imagen o de un concepto que lo haga posible. La modernidad, tan suspicaz con todo aquello que tuviera olor a escolástica, no supo ver que con el concepto de representación arrastraba consigo un elemento nuclear de lo que rechazaba, y dedicó algunos de sus mejores esfuerzos, como el de Kant, a encontrarle los más íntimos de sus mecanismos lógicos a esta dinámica.

			El cambio de la época moderna a la contemporánea, preconizado por Nietzsche, viene marcado por la crítica a la representación y, por tanto, por la crítica a la metafísica de la sustancia, sea como sujeto o como objeto, que aparece como el fundamento de toda representación. La tesis de la nueva ontología es que hay un ámbito anterior a la sustancia en el que el ser se da inmediatamente, directamente, sin mediaciones, sin representaciones.

			

				

				Heidegger,
Aún falta reflexión para que esta lógica se reblandezca. Pero parece que el camino no tiene regreso.

			La crisis de la representación, el fin de la representación que traspasa el siglo XX en el arte, la epistemología y la política, significa, en principio, la disolución (más o menos gradual; parece que no puede ser absoluta) de esa estructura de diferenciación dura y la consecuente pluralización, el desatamiento generalizado del espacio cultural en todos sus ámbitos (artístico, teórico, social, etc.).

			

				

				Ramírez,
En nuestro tiempo ese abismo entre representantes y representados parece infranqueable por la cantidad de mediaciones burocráticas que se multiplican casi al infinito entre los cuadros de gobierno y los ciudadanos de la calle, los que no pertenecen a ninguno de los niveles de poder de esos cuadros. Esas mediaciones están representadas de manera muy significativa por las férreas estructuras que han llegado a tener los partidos políticos, de manera que para tener acceso a esquemas de poder y de gobierno, el ciudadano común debe, en primer lugar, ceder a una ideología y pertenecer a un partido, ver a la ciudad de manera parcial, desde algún punto de vista; disponerse a los excesos de ese punto de vista, echando mano de falacias, mentiras y corruptelas, al abrigo de la ley que nos protege a todos, para hacer creer a los demás que su punto de vista no es sólo el correcto sino el único bueno. Hasta en este punto resuena la voz de Aristóteles: 'Los que piensan que no hay más virtud que la de su partido tienden al exceso'.

			

				

				Aristóteles,
Los ciudadanos, especialmente los más pobres, para quienes los distintos niveles de gobierno y los propios partidos políticos debieran tener dos grandes oídos para escucharles, dos grandes manos para resolverles los problemas y una sola boca para prometer menos, se ven en la necesidad de exigir por la fuerza que les sean escuchadas sus justas demandas, como quien pide favores a un tirano; deben encontrar la manera de llenar las calles para que los gobernantes, que debieran estar prestos a atenderles, les escuchen. Una democracia con estas características es una democracia fallida; más bien, no es democracia sino oligarquía, y puesto que esos cuantos que ostentan el gobierno están al servicio de quienes han acumulado fortunas expoliando a los pobres, haciéndolos cada vez más pobres, mientras ellos se hacen cada vez más ricos, si tenemos la inteligencia para llamar a las cosas por su nombre, tendremos que llamar a este régimen una plutocracia perfecta.

			En la peor de sus degeneraciones, el ideal de una comunidad democrática, que indaga sobre la virtud y la justicia cívicas, ha devenido entre nosotros alianza legal que protege los derechos de los ciudadanos discrecionalmente, y ha terminado en una plutocracia que tiene a su servicio muchos cuadros de gobierno, desde los niveles más altos hasta los más bajos, para borrar del mapa y poner bajo tierra todo lo que se oponga a su santa liga, pensada siempre demagógicamente en relación al pueblo. Los temores de Licofrón y de Aristóteles han encontrado su mejor cumplimiento. Como negocios familiares, los partidos políticos están muy lejos de tener la mirada vuelta hacia los ciudadanos; a menos que vean en ellos material de combustión para sus prácticas ideológicas.

			La falta de sentido común es proverbial en lo que tiene que ver con el dinero y con la riqueza, sea en el gobierno o en los partidos políticos. Pero no es nada nuevo que eso le suceda a un régimen oligárquico plutocrático. Aristóteles recomienda que,

			cuando hay recursos, no debe hacerse lo que actualmente hacen los demagogos (que se distribuyen el excedente, y los pobres reciben y vuelven a necesitar, porque dar a los pobres un socorro de esta clase es como intentar llenar un tonel agujereado), sino que el verdadero demócrata debe procurar que el pueblo no sea demasiado pobre, porque esto es la causa de que la democracia sea mala. Por tanto, hay que discurrir los medios de dar al pueblo una posición acomodada permanente.

			

				

				Aristóteles,
La solución está del lado de la deliberación que lleve a acciones que le den al pueblo una posición acomodada de manera permanente. El gobierno no es el responsable de todo lo que pasa en la vida; sólo de lo que pasa en la vida pública, y una posición acomodada que sea permanente para el pueblo, de modo que éste tenga las condiciones para buscar la vida buena, sí que es responsabilidad del gobierno.

			El verdadero gobierno demócrata, el que sirve y hace por el pueblo, no por el dinero ni por su propia situación de privilegio, debe preocuparse de que el pueblo no sea pobre ni ignorante, por el bien de la misma democracia; incluso, con un cinismo al que parece que ya estamos acostumbrados, por el bien de los mismos gobernantes ricos. Cuando hay dinero (y en México siempre lo ha habido), queda repartido siempre entre los mismos, empezando por quienes ocupan puestos y niveles más altos en la jerarquía; cuando no lo hay o, para decirlo con más precisión, cuando hay menos, el pueblo, especialmente los más pobres, es el que lleva la peor parte.

			La ignorancia y la pobreza casi siempre van juntas. Eso le da al tirano toda su fuerza. A veces la pobreza desaparece; pero si con ella no desaparece la ignorancia, entonces el riesgo de que personas que salieron de la pobreza, pero no de la ignorancia, ingenuamente crean que salir de una es también salir de la otra. Esa ignorancia orgullosa, henchida de dinero, puede hacer creer a propios y extraños que cualquiera puede ser gobernante. Así es como acabamos teniendo gobernantes ricos e ignorantes, de un pésimo gusto estético y con una proverbial falta de sensibilidad social. Democráticamente, todos los ciudadanos debieran saber que para ser gobernante se requiere estatura humana, y que esa la da una formación exigente y rigurosa; y la buena educación, no el dinero. Una clase política tal es víctima también de una democracia fallida, que los hace ricos, pero no los hace sabios.

		De la argumentación de Aristóteles se deduce que una ciudad que haya decido vivir democráticamente, porque en sus deliberaciones ha concluido que de esta forma se vive mejor, debe saber que ciudad es igual a justicia.

			Así como el hombre perfecto es el mejor de los animales, apartado de la ley y la justicia es el peor de todos: la peor injusticia es la que tiene armas, y el hombre está naturalmente dotado de armas para servir a la prudencia y a la virtud, pero puede usarlas para las cosas opuestas. Por eso, sin virtud, es el más impío y salvaje de los animales, y el más lascivo y glotón. La justicia, en cambio, es cosa de la ciudad, ya que la Justicia es el orden de la comunidad civil, y consiste en el discernimiento de lo que es justo.

			

				

				Aristóteles,
La ley y la práctica de la justica hacen mejores a los seres humanos; no la ley por la ley, sino la ley que está mediada por la deliberación y el discernimiento del logos estético comunitario, que ha de determinar cuál es la forma y la figura de la ley en cada caso. La justicia correcta de una ciudad no es la que está fijada
La fuerza de la costumbre nos ha llevado a aceptar, sin mayores reparos, que el régimen político es democrático porque se ha hecho creer al habitante de las tierras occidentales y occidentalizadas que la ciudadanía universal, establecida por la ciencia política y por los que saben, es tal como aquí se vive, según lo puede constatar sin dificultad la memoria del ciudadano medio. Una democracia y una oligarquía están conformadas por ciudadanos. Pero el ciudadano de una democracia tiene unas características diferentes al ciudadano de una oligarquía. La inmensa mayoría de los ciudadanos de este régimen ni quieren ni pueden ser parte del gobierno, de modo que se conforman con ver lo que sucede desde el exterior y con sufrir las consecuencias de las acciones de una política en la que no participan. Uno de los enemigos de la justicia en todos los sistemas de gobierno, especialmente en el democrático, es la corrupción.

			En todo régimen es de la máxima importancia que la legislación y el resto de la administración estén ordenadas de suerte que no sea posible que los magistrados se lucren. Especialmente habrá que vigilar esto en las oligarquías, pues el pueblo no lleva tan a mal el estar alejado del gobierno (por el contrario, incluso se alegra de que se lo deje en libertad para dedicarse a sus asuntos) como la idea de que los magistrados están robando a la comunidad, porque entonces se resienten de las dos cosas: de no participar de los honores y del lucro.

			

				

				
Muy especialmente si se trata de una oligarquía democrática. ¿Y cuáles son los resultados en una oligarquía que parece estar ordenada legal y administrativamente para que funcionarios corruptos se enriquezcan? Bajo estas condiciones, muchos ciudadanos están a la caza de pertenecer a los pocos que llevan el gobierno a fin de participar en los honores y el lucro; y a quienes no les interesan ni los honores ni el lucro públicos, no les interesa tampoco prestar el servicio de gobernar a la ciudad bajo un régimen como ése.

			Meditar de manera permanente sobre el logos estético común, en el que está asentado el sistema de gobierno, es el mejor servicio que se le puede hacer a dicho sistema y a la comunidad.

		Aristóteles. . Madrid: CEPyC, 1997.
Aristóteles. . Madrid: CEPyC , 2000.
Düring, Ingemar. . México: UNAM-IIF, 1990.
Gadamer, Hans-Georg. . Salamanca: Sígueme, 1997.
Guthrie, W. K. C. . Madrid: Gredos, 1993.
Heidegger, Martin. . Madrid: Trotta, 2003.
Husserl, Edmund. . Madrid: Alianza, 2001.
Jaeger, Werner. . México: Fondo de Cultura Económica, 2001.
Oñate y Zubía, Teresa. Metafísica lógoi . Madrid: Dykinson, 2001.
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Ramírez, Mario Teodoro. . México: Siglo XXI, 2011.
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Zubiri, Xavier, . Madrid: Alianza-FXZ, 1983.
Zubiri, Xavier, . Madrid: Alianza-FXZ, 2006.
La naturaleza de las acciones humanas es ampliamente estudiada por Aristóteles en la
Zubiri desarrolla ampliamente el concepto de la historia como apropiación de posibilidades.
El concepto de 'experiencias anteriores' remite al concepto de tradición, tal como Gadamer lo desarrolla.
Platón,
Platón,
Aristóteles,
Aristóteles,
Si hay un ámbito en el que el ser ha caído en el olvido y la palabrería ha venido a ser el modo ordinario de hablar es el ámbito de la política. La crítica de Heidegger adquiere también ahí toda su vigencia: 'En virtud de la comprensibilidad media ya implícita en el lenguaje expresado, el discurso comunicado puede ser comprendido en buena medida sin que el que escucha se ponga en una originaria versión comprensora hacia aquello sobre lo que recae el discurso. Más que comprender al ente del que se habla, se presta oídos solo a lo hablado en cuanto tal. Él es lo comprendido; el sobre qué tan solo a medias, superficialmente; se apunta a
Para una comprensión global del pensamiento y la obra de Aristóteles siguen siendo imprescindibles las siguientes obras: Werner Jaeger,
Aristóteles,
Adela Cortina explica la diferencia entre la amistad cívica y la amistad personal, refiriendo precisamente a la Política de Aristóteles. Cfr. 'La filosofía es una forma de escuchar a los que hemos acallado', Biblioteca Descubrir la Filosofía, El País [en línea], 23 de enero de 2015. Recuperado de http://cultura.elpais.com/cultura/2015/01/23/actualidad/1422014054_565558.html 
				

			'A menos, proseguí, que los filósofos no reinen en las ciudades, o que los llamados ahora reyes y soberanos no se dediquen auténticamente y en serio a la filosofía, de modo que concurran en el mismo sujeto el poder político y la filosofía, y a menos que no se aparte por la fuerza a la multitud de personas que siguen uno u otro camino exclusivamente, no habrá, mi querido Glaucón, tregua para los males que aquejan a las ciudades, ni tampoco, a mi parecer, para los del género humano. Sin esto, no podrá nacer jamás, en la medida en que es realizable, ni ver la luz del sol la ciudad que hemos trazado de palabra. He aquí lo que ha mucho me infundía el recelo de decir, porque veía que iba a enunciar algo por extremo paradójico: difícil es, en efecto, percibir cómo otra ciudad sino la nuestra pueda realizar la felicidad ni en lo público ni en lo privado'. Platón,
Hay que reparar en que, ahí donde el traductor dice: 'el hombre es el único animal que tiene palabra'; el texto de Aristóteles escribe lo siguiente: '
Aristóteles,
Husserl se hace eco de esta distinción en la Primera de las
El logos en tanto que
Zubiri piensa que mientras los animales, por ejemplo, sienten que el calor calienta y reaccionan retirándose, los seres humanos sienten que el calor es de suyo caliente y tienen la posibilidad de escoger la acción que sigue. Así, los seres humanos no sólo sienten que tal situación es placentera o no, sino que saben cuál es el sentido de ese placer. Cfr. Xavier Zubiri,
Sobre el concepto de la identidad narrativa,
Sobre el concepto del ser en el mundo, cfr. Heidegger,
Los matices del sustantivo son importantes: efectivamente,
Aristóteles,
Heidegger,
Aristóteles,
Aristóteles, Política, § 1289b6-9;
'El poder del elector se reduce a depositar un voto favorable a determinadas personas. Una vez elegidas, ellas acaparan todo el poder de decisión. Las elecciones democráticas, antes de ser un procedimiento por el que se exprese el poder del pueblo, son un medio por el que el pueblo establece un poder sobre sí mismo'. Luis Villoro,
Mario Teodoro Ramírez,
Heidegger,
Ramírez,
Villoro,
Ramírez,
Aristóteles,
Aristóteles,
Aristóteles,